La Pedagogía Pikler: Características y Principios Fundamentales:

La pedagogía Pikler es un enfoque educativo desarrollado por la pediatra húngara Emmi Pikler (1902-1984), cuya práctica revolucionaria en el cuidado y educación de la primera infancia ha transformado la manera en que entendemos el desarrollo infantil. Su enfoque se basa en el respeto profundo hacia el niño como ser activo, competente y capaz de desarrollarse a su propio ritmo, sin ser forzado ni limitado por intervenciones innecesarias.

Características de la Pedagogía Pikler

Una de las características más destacadas de la pedagogía Pikler es su enfoque en el movimiento libre. Emmi Pikler (1902-1984)  observó que los bebés, si se les da un ambiente seguro y preparado, tienen la capacidad de desarrollar sus habilidades motrices de forma autónoma. En lugar de imponerles posturas (como sentarlos o ponerlos de pie prematuramente), se les permite explorar el movimiento según su ritmo natural, lo que favorece un desarrollo físico más saludable y armónico.
Otra característica esencial es la relación afectiva estable. La pedagogía Pikler pone un fuerte énfasis en el vínculo afectivo entre la persona adulta y la niña o el niño, especialmente durante los momentos de cuidado (alimentación, higiene, descanso). Estos momentos se consideran oportunidades privilegiadas para establecer una comunicación auténtica, donde el adulto se muestra presente, respetuoso y empático. Es precisamente en este tipo de vínculos cotidianos donde iniciativas como las que promueve Almenara Equipamientos encuentran su sentido más profundo.
Además, Pikler defendía la importancia de una observación constante y atenta de las niñas/os. La persona adulta no dirige la actividad, sino que observa con atención para comprender las necesidades reales de las niñas/os y responder a ellas con sensibilidad. Esto evita la sobreestimulación y permite a la niña/o sentirse reconocido y valorado por lo que es.

Principios Fundamentales de la Pedagogía Pikler

  1. Respeto por la actividad autónoma del niño: Cada niño tiene un ritmo propio de desarrollo. El adulto debe confiar en sus capacidades innatas y proporcionar un entorno seguro donde pueda explorar, jugar y moverse libremente.
  2. Relación afectiva y estable con el adulto: La calidad del vínculo adulto-niño es central. Se prioriza la construcción de una relación basada en el respeto, la escucha activa y la comunicación verbal y no verbal.
  3. Interacciones cuidadosas y conscientes: Durante los cuidados cotidianos, se busca crear un espacio de encuentro afectivo y de calidad. El adulto habla con el niño, explica lo que va a hacer y espera su participación activa.
  4. Ambiente seguro y preparado: El entorno debe estar cuidadosamente diseñado para permitir al niño moverse con libertad sin necesidad de correcciones constantes por parte del adulto. Esto fomenta la autonomía, la confianza en sí mismo y la iniciativa.
  5. Observación como herramienta pedagógica: Observar sin intervenir permite al adulto conocer verdaderamente al niño, adaptar su acompañamiento a sus necesidades y evitar proyecciones o expectativas externas que limiten su desarrollo.
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